Déjame contarte cómo es que te extraño…
- Sel V.K.
- 10 may 2019
- 4 Min. de lectura
Porque no es a veces, porque tu recuerdo no –sólo- viene ante los acordes de las canciones que te gustaban o ante tu imagen pegada en mi pared. No. Es siempre, todo el tiempo. Han sido tantos días desde que te fuiste, que extrañarte ya forma parte de mis días. Y no creas que tengo un horario fijo, o un lugar, no creas que me haces falta sólo en algunos momentos, en las horas que compartíamos o en los espacios que habitábamos. No, no es sólo ahí, es siempre. Es literalmente todo el tiempo.
Tu recuerdo se ha hecho parte de mis pensamientos de diario, tanto, que no logro saber qué ocupaba mi mente antes de tu ausencia. Extrañarte se ha vuelto mi actividad permanente. Todo lo demás, viene después, caminar, platicar, trabajar, reír, incluso llorar. Todo lo que hago es después de extrañarte y es a modo de distracción.
Resultaría bastante adecuado decir que a eso me dedico, puesto que todo lo que tengo, todo lo que hago es alrededor de extrañarte.
Y no, no estás en mi inconsciente, tu recuerdo no está en modo paralelo, tu recuerdo es lo primero, siempre. Mi mente ya está acostumbrada a ello, ya aprendió cómo hacer todo lo demás mientras te piensa, mientras te extraña. Eres mi constante, y lo sé porque no apareces –sólo- en mis momentos de soledad, cuando te visito, cuando te veo en mi pared, apareces todo el tiempo.
Tu recuerdo se sale de mi mente en los momentos más cotidianos, en lo más común, porque no eres aparte, eres parte. Tu recuerdo aparece en vigilia, pero también en sueños. No tiene preferencia, porque no está afuera. Eres todo el tiempo, en abril, en junio o en diciembre; en lunes, en miércoles o en domingo, pero vaya, los domingos, ahora déjame hablarte cómo transformas todo en domingo…
Eran nuestros. Así, no importa si te extraño en jueves o en lunes, todo se baña de nostalgia de domingo. Como cuando las calles no tienen prisa, como cuando se siente tristeza aunque no estés triste, como cuando todo parece tener un filtro de melancolía, como cuando volteaba y ahí estabas, tú, en domingo.
Así se siente recordarte, sabe a domingo, sabe a pararse tarde y volverse a acostar, a ir al mercado y comprar agua fresca, sabe a rutina, a veces tediosa, pero familiar, necesaria.
Y todo esto se cuela en mí, como si extrañarte fuera la capacidad de concentrar todo este sentir, todos los domingos que compartimos con toda la nostalgia, con todas las imágenes, y colarlo en mis pensamientos. Extrañarte es la capacidad de volver cualquier momento, cualquier día, en domingo.
Extrañarte es recordar los momentos que salen poco a poco de mi recuerdo, de mi corazón, nuestros momentos. Todos están ahí, esperando ser recordados, y apenas ven oportunidad, llegan a mi mente y vuelven todo en modo domingo. Y no creas que son –sólo- los momentos más espectaculares, no. Vienen toda clase de imágenes, de toda nuestra vida juntas.
Así, si cruzo una calle, recuerdo cuando caminábamos juntas, cuando toda mi angustia se iba porque ya habías llegado, y entonces descubrimos que cruzar las calles en diagonal, hacía nuestro camino más rápido-y más feliz, ¿tú recuerdas?
De repente recuerdo tus manos, y las recuerdo tan bien, que pareciera que las toqué ayer. Y recuerdo mis quejas sobre toda la fuerza que tenían, los rasguños cuando me peinabas o la fuerza con la que me sobabas -y las risas sobre ello. Y me abruma pensar lo que ahora daría por volverlas a sentir.
A veces la nostalgia de domingo me hace recordar nuestras tardes de sábado, aquellas donde sólo éramos tú y yo, con un montón de películas, jugando cartas, comiendo pastel, en nuestra casa. Casi puedo sentir la despreocupación, cómo nada era tan en serio entonces. Qué fácil es recordar. Qué lejanos se sienten esos años.
También recuerdo aquellos viernes, cuando te hacían falta varias cervezas, varios cigarros, y volver a escuchar tu música, incluso volver a bailar. Esa plenitud que sentías, casi la puedo sentir, sólo que ahora cubierta de nostalgia, porque no es la plenitud tal cual, es tu imagen siendo feliz.
Recuerdo todo, poco a poco, pero todo el tiempo. Cualquier instante es pretexto para recordarte, cuando escojo la fruta en el mercado, te recuerdo enseñándome a hacerlo; cuando escucho el radio, recuerdo las tardes en el coche escuchando tú música; cuando fumo un cigarro, vienen a mí todas las veces que compartimos el gusto, porque qué sabroso era fumar a tu lado.
Y así, estás todo el tiempo, y donde no estás, te extraño. Cuando llego a esta casa que no conociste a veces se siente tan lejana por eso, y entonces yo traigo tu recuerdo a habitarla, y se vuelve mi hogar, porque ahora estás tú.
Y así, estás todo el tiempo, pero a veces necesito que estés más. Porque a veces se vuelve más real tu ausencia. Y tengo que tocar el vacío que dejaste, para volverte a llorar, para drenar el dolor, acumulado de pensarte cada día como si fuera domingo, para sacar el dolor de que aparezcas en imágenes en los pequeños huecos de mi día, en instantes aislados pero constantes, para darme cuenta de que en serio no estás…
Así te extraño. Con cada parte desecha de lo que queda de mí intentando encontrarte. Con el anhelo de volverte a tocar. Con la firme convicción de que cambiaría absolutamente todo lo que tengo y todo lo que soy por volverte a ver, por escuchar tu voz.
Así te extraño. Mis días se vuelven domingo cada que te pienso. Y puesto así, casi se puede decir que vivo en un eterno domingo. Pero no es reclamo. Porque es la forma en la que me toca recordarte, mi mente y mi corazón ya aprendieron que todo lo demás está después de extrañarte.
Y no importa si el día que te perdí era sábado, porque siempre nos poníamos un poco tristes los domingos. Y no importa si hoy es viernes. No importa, porque en mi corazón siempre será domingo…

Comments