De coqueteos fallidos y feminismos
- Sel V.K.
- 4 dic 2019
- 4 Min. de lectura
- “Hola, mucho gusto, soy (ya no recuerdo su nombre) …. bla, bla, bla...” y ya sabía lo que quería. Sí, son bien predecibles - “Soy de Guerrero, allá trabajo. Cuando quieras, todos son bienvenidos”
“Qué imbécil” pienso.
- “¿Y eres estudiante, investigadora...?”
- “Qué te importa” pienso. Claro que no le importa, sólo era el pretexto para acercarse.
- “Trabajo en una ONG”
- “Ah, es que te ves bien intelectual”
- “Ja” me río sarcásticamente.
Él no entiende el sarcasmo (claro que no lo entiende) y se ríe. “Ya la hice reír, ya la armé” ha de haber pensado. “Imbécil” otra vez.
Y me toca el hombro mientras se ríe de su estúpida observación. Y me incomoda. Y me muevo y me volteo. “Ojalá ya empezara la siguiente mesa” pienso. “Por favor, que ya empiecen.”
Suena su celular y contesta una llamada. Alza la voz para sonar importante. Suena como idiota.
Aprovecho y le doy la espalda. “¿Me cambiaré de lugar?” dudo. “¿Pero por qué chingados tengo yo que moverme si el que me está incomodando es él?, que él se vaya” concluyo.
Tomo mi café, finjo interés en los lejanos monitores. “Este sería el momento perfecto para que empiece la mesa, así ya lo ignoro a gusto.” Pero imbécil con suerte, no empieza.
- “Y entonces, ¿cómo se llama donde trabajas?” Regresa. Insiste.
Le contesto en inglés y rápido. No entiende bien. No me importa.
Sigue haciendo preguntas. Sigue obteniendo respuestas frías, cortas, rápidas. Con un implícito pero claro mensaje de: “No quiero hablar más contigo”
- “¿Y cómo le puedo hacer, como para tener contacto?” Saca su celular.
- “Busca en internet la página de la organización, ahí te comunicas”
- “Sí, porque yo creo que los niños son muy importantes”
Si yo trabajara en armas nucleares, pensaría que las armas nucleares son importantes.
- “Entonces lo busco en la página...” Desbloquea su celular, teclea, finge que busca, pero sólo abre WhatsApp y se hace pendejo.
Guarda su celular porque no encontró nada. Porque no buscó nada. Porque no le interesa donar, ni los niños, ni mi trabajo.
Y siguen las preguntas. Y siguen a veces con tono demandante, como si le debiera las respuestas.
Por fin se deja de estupideces: “Oye, me puedes dar tu número, así como para...”
- “No.”
Cara de pendejo: “¿neta me dijo que no?”
- “Busca en la página, ahí están los datos”
Por fin se va. Ni siquiera se quedó a la última mesa. Claro que no se quedó, era de Eco Feminismos.
No me sentí en peligro. Traía café caliente en una mano, coraje en el estómago, fuerza dispuesta a responder ante cualquier insistencia, ante la siguiente vez que me tocara.
Y había dos mujeres jóvenes que llevaban un pañuelo verde en sus mochilas. No me vieron, pero yo a ellas sí, y me hicieron sentir segura.
“Voy a amarrar un pañuelo verde en mi mochila” pensé. Tal vez un día alguien necesita sentirse segura y sabrá que mi pañuelo verde significa no sólo “Aborto legal, seguro y gratuito” también significa que si la tocan a ella, me tocan a mí, que si tengo que gritar y pelear y correr y golpear, lo haré por ella, por mí, por nosotras.
Y qué coraje ¿no? Porque yo iba –precisamente- a escuchar a mujeres feministas que compartían un poco de sus luchas, pero antes tuve que aguantar a un imbécil que cree que porque estoy ahí sola quiero escucharlo y darle mi número.
Y que me perdone Marta Lamas por matar la galantería y el juego de coqueteo. Pero él se acercó porque puede, porque los espacios públicos son de ellos, incluyéndonos a nosotras. Porque no hay absolutamente ninguna consecuencia para él, que fue inoportuno, que me incomodó, que me tocó sin mi permiso, sin conocerme. Porque sólo se fue pensando “bueno, lo intenté”.
Porque este mundo está configurado para que ellos hagan lo que quieran, cuando quieran, como quieran.
Y sí me enojé -me enojo mucho últimamente-pero luego escuché a esas mujeres. Y compartimos un espacio seguro, incluso con ellos ahí. Y pensé: “bendito el momento en que conocí el feminismo” Porque sí, si no fuera por él, no me hubiera enojado tanto, sólo hubiera rechazado al tipo –o le hubiera dado mi número, porque no sabía decir que no- y no hubiera hecho un análisis de la situación, y sólo lo hubiera dejado pasar. Pero no. Ahora me enojo, porque veo más allá.
Pero no sólo me enojo, porque no sólo lo analicé a él, también las vi a ellas. Me encontré dos pañuelos verdes suficientes para sentirme segura. Y me encontré con las luchas de mujeres que no sólo me salvaron de la incómoda situación, también me dieron esperanza. Porque sí hay mujeres tirando el patriarcado, porque ahora veo, sí lo estamos tirando.
La siguiente vez tal vez pueda mandarlo a la chingada más rápido, porque no me sentiré en peligro por rechazarlo.
O tal vez ya no haya una siguiente vez, porque ya lo habremos tirado.

Comments